SERGIO LEONE: EL MAESTRO REIVINDICADO
SERGIO LEONE (03/01/29-30/04/89), fue un director de cine italiano que durante muchos años fue considerado como “menor” por parte de la crítica yanqui, críticos que no saben distinguir su mano derecha de la izquierda. Sufrió la desgracia de ser catalogado como “uno más” y ser metido en la misma bolsa que otros mediocres. Pero era un grande. Ya por aquellos años (década del ’60) cierto sector de otra crítica europea, lo consideró uno de los grandes. Hoy vale la pena recordarlo y disfrutar de sus realizaciones, gracias a la tecnología del dvd, en cuyo formato se consiguen la mayoría de sus películas. “Por un puñado de dólares”, que causó una revolución con motivo de su estreno en París, en 1964, fue su 2º largo como director, pero su primer éxito de taquilla. La trama era una remake de “Yojimbo”, de Akira Kurosawa, trasladado al ámbito de los cowboys. Pero causó tal impacto debido a la elaboración tan minuciosa de sus componentes visuales y argumentales y la manera de presentarlos. Dado el éxito de la película, hubo infinidad de subproductos que copiaron el “formato”, especialmente en España e Italia, por lo que se difundió popularmente el término “spaghetti western”, expresión peyorativa, acuñada quizás por un sector de la crítica estadounidense que se autoproclamaba “purista” en cuanto al western americano, denostando al europeo, en particular los provenientes de la península itálica. El realizador romano reformuló el western europeo (ya existente), otorgándole un carácter mítico, exacerbado, con antihéroes que los protagonizaran, con afán de lucro personal, sin mayores secretos ni justificaciones ideológicas, prepotentes, sádicos, sucios, con barba de varios días, ropa raída, botas polvorientas, resaltando las locaciones desérticas, el sol deslumbrante, hasta el propio sonido del viento. Los argumentos giraban alrededor de enfrentamientos personales con un grado mayor de histeria que de razón, generalmente venganzas ejecutadas con ferocidad. Propuso una estética personal respecto al género. Dedicó especial importancia a la música en la elaboración de sus narraciones, otorgándole un papel protagónico preponderante, de tal manera que las imágenes tendían a fundirse con la música, a integrarse en su esencia. En la mayoría de sus filmes la banda de sonido estuvo siempre compuesta por Ennio Morricone, músico exquisito autor de melodías inolvidables. El propio Leone llegó a afirmar que sus realizaciones no serían lo que son, sin la música de Morricone. A partir del tercer western que hicieron juntos, el compositor italiano compuso la música de todas las realizaciones de Leone antes de filmarse un solo plano. El director no le permitía leer el guión, y así los temas nacían de largas charlas que mantenían entre ambos, de observaciones sobre las características de los personajes, las situaciones, etc. Llegando al punto de interpretar en vivo durante las jornadas de filmación, ”… a fin de marcar melódicamente el movimiento de los actores, de matizar la duración de cada plano…de estilizar el filme desde el primer momento, en suma.”, como expresa Carlos Aguilar en su libro “Sergio Leone”, Ed. Cátedra, Madrid, 1999. Así como las películas de Alfred Hitchcock no se conciben sin la música de Bernard Herrmann ni las de Federico Fellini sin Nino Rota, tampoco las de Leone sin Morricone. Prestó especial atención al diseño barroco de la escenografía, convirtiéndola en coprotagonista de las anécdotas que contaba. Muchos consideran que Leone poseía una concepción fuertemente fetichista del Diseño de Vestuario. El realizador italiano afirmaba que los objetos cumplían el cometido de remarcar la idiosincrasia de cada personaje. La Dirección de Arte llega a ser tan minuciosa, que permite definir, moldear las características intrínsicas de cada intérprete. En algunos casos son los colores del vestuario, en otros los largos guardapolvos –luego copiados hasta la saciedad en infinidad de westerns-, los cigarros o puros los que definen a cada actor, diferenciando al villano del héroe de acuerdo a lo que fumara, al grado de suciedad que luciera, la manera de portar el arma, oposiciones de interpretación (sobria y fría vs. desmesurada e histriónica), etc. El poncho que Clint Eastwood usa en “Por un puñado de dólares”, se hizo tan famoso que se ha convertido hoy en un ícono cinematográfico. En “El bueno, el malo y el feo” cada protagonista luce su cochambre en forma tal que los define y les otorga sentido haciéndolos inconfundibles: la barba estudiadamente descuidada de Eastwood, el pelo grasiento de Volonté y las uñas ennegrecidas de Wallach. El juego de contrastes que establece entre sus componentes visuales es lo que le otorga la mayor fuerza a la intensidad de sus relatos en el cine de Leone. También la manera de narrar, el “tempo” cinematográfico es diferente en el cine del realizador italiano, se tomaba todo el tiempo del mundo para describir una escena, si la creía importante, aunque no fuera trascendental en el relato. Amaba los climas y sabía cómo crearlos. El ritmo de sus filmes remiten al jazz en la música, dado que contraía y dilataba los tiempos a instancias puramente estéticas y dentro de la misma armonía, de acuerdo a la opinión de Aguilar en el libro ya citado. De manera tal que podía prestar atención a momentos poco importantes, como así también eludir otros trascendentes mediante elipsis poco frecuentes. Paradójicamente, esto no afectó el contenido de sus producciones, muy por el contrario, las dotó de un carácter singular, distinguiéndolas del resto sin caer nunca ni en el egocentrismo, ni la gratuidad o el efectismo. Retrató la amistad viril como los grandes maestros americanos como Hawks o Ford, pero desde otras perspectivas y con las salvedades ya indicadas. Su obra cumbre fue “Erase una vez en el oeste”, quizás el mejor western de la historia del cine. El reconocimiento le llegaría tarde, tras el estreno de “Erase una vez en América”, la que fuera su última creación. Murió joven, cuando preparaba un largometraje sobre el sitio a Leningrado.
SERGIO LEONE (03/01/29-30/04/89), fue un director de cine italiano que durante muchos años fue considerado como “menor” por parte de la crítica yanqui, críticos que no saben distinguir su mano derecha de la izquierda. Sufrió la desgracia de ser catalogado como “uno más” y ser metido en la misma bolsa que otros mediocres. Pero era un grande. Ya por aquellos años (década del ’60) cierto sector de otra crítica europea, lo consideró uno de los grandes. Hoy vale la pena recordarlo y disfrutar de sus realizaciones, gracias a la tecnología del dvd, en cuyo formato se consiguen la mayoría de sus películas. “Por un puñado de dólares”, que causó una revolución con motivo de su estreno en París, en 1964, fue su 2º largo como director, pero su primer éxito de taquilla. La trama era una remake de “Yojimbo”, de Akira Kurosawa, trasladado al ámbito de los cowboys. Pero causó tal impacto debido a la elaboración tan minuciosa de sus componentes visuales y argumentales y la manera de presentarlos. Dado el éxito de la película, hubo infinidad de subproductos que copiaron el “formato”, especialmente en España e Italia, por lo que se difundió popularmente el término “spaghetti western”, expresión peyorativa, acuñada quizás por un sector de la crítica estadounidense que se autoproclamaba “purista” en cuanto al western americano, denostando al europeo, en particular los provenientes de la península itálica. El realizador romano reformuló el western europeo (ya existente), otorgándole un carácter mítico, exacerbado, con antihéroes que los protagonizaran, con afán de lucro personal, sin mayores secretos ni justificaciones ideológicas, prepotentes, sádicos, sucios, con barba de varios días, ropa raída, botas polvorientas, resaltando las locaciones desérticas, el sol deslumbrante, hasta el propio sonido del viento. Los argumentos giraban alrededor de enfrentamientos personales con un grado mayor de histeria que de razón, generalmente venganzas ejecutadas con ferocidad. Propuso una estética personal respecto al género. Dedicó especial importancia a la música en la elaboración de sus narraciones, otorgándole un papel protagónico preponderante, de tal manera que las imágenes tendían a fundirse con la música, a integrarse en su esencia. En la mayoría de sus filmes la banda de sonido estuvo siempre compuesta por Ennio Morricone, músico exquisito autor de melodías inolvidables. El propio Leone llegó a afirmar que sus realizaciones no serían lo que son, sin la música de Morricone. A partir del tercer western que hicieron juntos, el compositor italiano compuso la música de todas las realizaciones de Leone antes de filmarse un solo plano. El director no le permitía leer el guión, y así los temas nacían de largas charlas que mantenían entre ambos, de observaciones sobre las características de los personajes, las situaciones, etc. Llegando al punto de interpretar en vivo durante las jornadas de filmación, ”… a fin de marcar melódicamente el movimiento de los actores, de matizar la duración de cada plano…de estilizar el filme desde el primer momento, en suma.”, como expresa Carlos Aguilar en su libro “Sergio Leone”, Ed. Cátedra, Madrid, 1999. Así como las películas de Alfred Hitchcock no se conciben sin la música de Bernard Herrmann ni las de Federico Fellini sin Nino Rota, tampoco las de Leone sin Morricone. Prestó especial atención al diseño barroco de la escenografía, convirtiéndola en coprotagonista de las anécdotas que contaba. Muchos consideran que Leone poseía una concepción fuertemente fetichista del Diseño de Vestuario. El realizador italiano afirmaba que los objetos cumplían el cometido de remarcar la idiosincrasia de cada personaje. La Dirección de Arte llega a ser tan minuciosa, que permite definir, moldear las características intrínsicas de cada intérprete. En algunos casos son los colores del vestuario, en otros los largos guardapolvos –luego copiados hasta la saciedad en infinidad de westerns-, los cigarros o puros los que definen a cada actor, diferenciando al villano del héroe de acuerdo a lo que fumara, al grado de suciedad que luciera, la manera de portar el arma, oposiciones de interpretación (sobria y fría vs. desmesurada e histriónica), etc. El poncho que Clint Eastwood usa en “Por un puñado de dólares”, se hizo tan famoso que se ha convertido hoy en un ícono cinematográfico. En “El bueno, el malo y el feo” cada protagonista luce su cochambre en forma tal que los define y les otorga sentido haciéndolos inconfundibles: la barba estudiadamente descuidada de Eastwood, el pelo grasiento de Volonté y las uñas ennegrecidas de Wallach. El juego de contrastes que establece entre sus componentes visuales es lo que le otorga la mayor fuerza a la intensidad de sus relatos en el cine de Leone. También la manera de narrar, el “tempo” cinematográfico es diferente en el cine del realizador italiano, se tomaba todo el tiempo del mundo para describir una escena, si la creía importante, aunque no fuera trascendental en el relato. Amaba los climas y sabía cómo crearlos. El ritmo de sus filmes remiten al jazz en la música, dado que contraía y dilataba los tiempos a instancias puramente estéticas y dentro de la misma armonía, de acuerdo a la opinión de Aguilar en el libro ya citado. De manera tal que podía prestar atención a momentos poco importantes, como así también eludir otros trascendentes mediante elipsis poco frecuentes. Paradójicamente, esto no afectó el contenido de sus producciones, muy por el contrario, las dotó de un carácter singular, distinguiéndolas del resto sin caer nunca ni en el egocentrismo, ni la gratuidad o el efectismo. Retrató la amistad viril como los grandes maestros americanos como Hawks o Ford, pero desde otras perspectivas y con las salvedades ya indicadas. Su obra cumbre fue “Erase una vez en el oeste”, quizás el mejor western de la historia del cine. El reconocimiento le llegaría tarde, tras el estreno de “Erase una vez en América”, la que fuera su última creación. Murió joven, cuando preparaba un largometraje sobre el sitio a Leningrado.
FILMOGRAFIA:
1960 – El coloso de Rodas (Il colosso di Rodi)
1964 - Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari)
1965 – Por unos dólares más (Per qualche dollaro in più)
1966 – El bueno, el malo y el feo (Il buono, il brutto, il cattivo)
1968 – Erase una vez en el oeste (C’era una volta il West)
1971 – Los héroes de Mesa Verde (Giù la testa!)
1984 – Erase una vez en América (C’era una volta in America – Once upon a time in America)
1964 - Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari)
1965 – Por unos dólares más (Per qualche dollaro in più)
1966 – El bueno, el malo y el feo (Il buono, il brutto, il cattivo)
1968 – Erase una vez en el oeste (C’era una volta il West)
1971 – Los héroes de Mesa Verde (Giù la testa!)
1984 – Erase una vez en América (C’era una volta in America – Once upon a time in America)