lunes, 18 de mayo de 2009

"Literatura"




La incongruencia de los trampolines

"... Celebrar lo imposible. ¿Hay otro modo de celebrar lo posible?..."
Roberto Juarroz

Por si el agua supiera la forma que tiene al tirarse y no pueda exhibir la forma que tiene de recibirla, se arroja en sí misma como esperándola.
Ella camina certificando en cada instante la precisión que tienen sus pasos hacia la profundidad que no quieren ver aunque también conozca. Parece que va a arrojarse a lo que contiene la exposición de lo contenido, la inmensidad del vacío cubierto por la otra espera.
Ese algo que los cuerpos desarrollan ante la oscilación de la tabla perfecciona el movimiento ascendente después de desprenderse definitivamente de ella. Los brazos extendidos comienzan a buscar la cercanía entumecida de las piernas flexionadas, la mirada es hacia abajo, se arquea, prepara la recepción, la que tendrá, la que el agua brindará despacio que no sea la misma, la misma agua que se espera y que la recibiera tantas veces como ausente. Es que nadie puede recibirse dos veces en la misma agua, ni siquiera ella.
Todo comienza a descender hacia los destinos hídricos menos relevantes, se despliega el cuerpo y otra vez los brazos se extienden aunque hacia una dirección menos inusitada. El salto parece encogido o carpado, aunque nada de lo que está en el aire supone va a tocar el agua. Pensé esperarla esta noche aunque no lo sepa, es que lo esperado difiere de lo que espera. Algo puede recibirse y no ser esperado, alguien puede esperar sin ser recibido, algo va a hundirse bajo el sopor de algo hundido. Lo que bajo el agua se despliega eludiendo el desapego convencional del desajuste, un pequeño oleaje provocado por ella se hace menos agua que un filtro en la boca. Ella también se arroja sobre sí misma y encuentra la primera coincidencia que une el agua con el agua, va hacia el fondo, hacia lo más corpóreo del fondo.
De saber que iba a tocarla, nada de lo que se vislumbra como una armonía desenvolviendo el aire, hubiera desechado tanto el tacto. Su cuerpo se desliza lánguido, le pide al cuerpo que soporte otra embestida. El agua del cuerpo la toca, el cuerpo del agua se toca.
Pensé que no vendría aunque no me viera, es que lo que viene difiere de lo que viene. El elemento vital no se evapora y la altura de la plataforma es exactamente el doble de lo que la profundidad menos lejana propone. Ella nada debajo, parece acostumbrarse a la exclusión de las orillas, nada tiene borde arriba. Sólo se desaloja del cuerpo cuando quiere ventilarse. Mi oxígeno no puede ni sabe nadar.
Habrá otro salto que resarza la caída, inmune a las intemperies, habitante del deceso. El que no parezca, el menos mortal de todos. Ella vuelve a arrojarse a ella, se espera se recibe se separa se une se arroja tantas veces como concepciones del agua tiene, del agua padece. Se afirma a la recepción del componente y abrevia los continentes del cuerpo. Habrá otra caída que resarza el salto.
El agua sigue esperando.

Fabricio Simeoni

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